La impresión dejada por Los Brujos aquella noche fue muy satisfactoria, cosechando elogios de todos desde el publico hasta los medios rockeros presentes, incluso, de sus detractores.
Las bandas estadounidenses (que aterrizaron en Ezeiza el día anterior con 35 toneladas de equipos) llegaron al estadio en camionetas de alta gama y los del sur bonaerense... en colectivo. Recuerda Ricky Rúa: “Yo me tomé el bondi en la esquina de la casa de mi novia (Vero Ivaldi) para ir a la prueba de sonido. Nos encontramos con los chicos y fuimos en tren, y los seis Brujos entramos a Vélez con los instrumentos en la mano. Probamos sonido y la cancha era un sarpe. Estábamos nerviosos, pero a la vez queríamos comernos el mundo vivo”.
“Para el recital en Vélez todo se plantea de la misma forma que con Iggy Pop”, adelantaban Los Brujos en Rock en Blanco y Negro; es decir, decidiendo la lista de temas diez minutos antes de salir a ese escenario monstruoso de veinte metros de largo. Ya no hablaban de “beat-core” sino de “hardcore alegre”. Y estaban cansados de los paralelismos con los Red Hot Chili Peppers: “¿Por qué en la Argentina no puede existir un grupo original? ¿Por qué siempre hay que hacer un homenaje a bandas que pegan afuera?”, se preguntaban, molestos. “La comparación es superficial: ¿Porque no usamos camperas de cuero ni le rendimos culto a los Stones somos unos copiones de plástico? Habría que escuchar muy bien a los dos grupos antes de comparar”.
Sigue Rúa: “Toda la gente que estaba adelante era gente que nos venía a ver siempre, me acuerdo de ver todas esas caras juntas. El público respondió un montón: nos sentimos locales”.
La crónica del día siguiente publicada en Clarín lo corroboraba: “Después de los conciertos con Iggy Pop, el grupo parece moverse con comodidad como teloneros de números internacionales. Con su fusión de estilos (funk, rap, reggae, hardcore) y un notable despliegue escénico, Los Brujos comenzaron de día y terminaron de noche, envueltos en aplausos de los que llegaron temprano al estadio”. La Pelo también se deshizo en elogios: “Los hechiceros del beat desenfrenado lograron un efecto poco frecuente para grupos soporte: gustaron y ganaron aplausos que nada tenían que ver con la impaciencia”.
Las Calamity Jane no tuvieron la misma suerte que Los Brujos. Las chicas tocaron algunos temas y enseguida fueron abucheadas por el público argentino, que les arrojó una gran variedad de objetos, y tuvieron que abandonar el escenario, bajo la mirada impávida de Cobain desde el backstage. “Nunca entendí por qué las agredieron tanto. ¡Llegaron a tirarle pilas Eveready grandes, de linterna! Para mí era muy buena la banda, acorde al evento, por eso creo que todo fue una cuestión de género”, advirtió Lee Chi en el Sí!. “Me acuerdo que por ahí también estaba Courtney Love con un vestido blanco, todo roto, ¡y las cagó a pedos! Yo estaba con PK, un periodista de la revista Rock en Blanco y Negro, y le fuimos a hablar a una de ellas, para alentarla. Siguieron un toque más, pero era imposible”.
PK (José Bellas), testigo privilegiado del show, completa el cuadro de Lee Chi: “En un momento la cantante (Gilly Ann Hanner) tira los instrumentos y se viene a llorar a un costado del escenario, donde estábamos nosotros, y Lee Chi me dice: ‘Vamos a convencerla, hablale, haceme de traductor, decile que está bueno lo que están haciendo’. Al rato viene otra mujer que hablaba en un inglés mucho mejor que el mío, se da vuelta ¡y era Courtney Love! ‘¿Vos sos Courtney Love?’. ‘Sí’. Le dije que me encantaba Hole y le hablé de la banda. ‘Thank you’, me respondió, y se fue. Yo estaba extasiado con el show de Nirvana: cuando salieron a tocar esa desidia, que fue un anti-recital total, pensaba ‘qué genios que son estos tipos, ¡son como los Sex Pistols!”.
Dice Fabio Pastrello: “Recuerdo a Courtney Love andando con un vestido blanco todo agujereado y descalza por los corredores de Vélez, totalmente dada vuelta. Me crucé con Kurt y el bajista en el ascensor del hotel y me impresionó ver cómo tenían los ojos, estaban hasta la manija. Hicieron un show pésimo, con excepción del batero. Kurt estaba enojado porque la gente había sido muy hostil con la banda que ellos trajeron de soporte, las Calamity Jane, y lo hizo notar. Nos invitaron al camarín y fueron Lee Chi, Alaci y no sé quién más. Contaron que se estaban tirando la comida entre ellos. A mí nunca me gustó Nirvana y menos cuando llegué ese día y vi que les habían hecho un túnel a pedido de ellos para estar apartados de todos. Me pareció que al final eran tan estrellas como Axl Rose”.